El hijo de un campesino, por accidente, se paró encima de la cola de una serpiente, la que se dió vuelta y lo mordió, y murió. El padre, enfurecido, agarró su hacha, y, persiguiendo a la serpiente, cortó parte de su cola.
Entonces, la serpiente, como venganza, empezó a morder el ganado del granjero y le causó grandes pérdidas. Entonces el granjero pensó que lo mejor sería arreglarse con la serpiente, y llevó comida y miel a la puerta de su guarida, y le dijo “perdonemos y olvidemos, quizá tuviste razón al castigar a mi hijo y vengarte con mi ganado, pero seguramente yo tenía razón en tratar de vengarlo, ahora que los dos estamos satisfechos por qué no podemos volver a ser amigos?”
“No, no”, dijo la serpiente, “llevate tus regalos, vos no vas a olvidar nunca la muerte de tu hijo ni yo voy a olvidar la pérdida de mi cola”.
Las heridas pueden ser perdonadas, pero no olvidadas.
“El hombre y la serpiente”, Fábula de Esopo