Un cristiano, un musulmán y un judío del Once se encontraron en un congreso interreligioso.
Los tres eran muy creyentes. Los tres intentaron demostrar el poderío excepcional de sus dioses.
Primero, el cristiano:
– Yo me encontraba en un avión. La tormenta era monumental. Rayos, truenos, vientos huracanados. Recé. De pronto, en un diámetro de miles de metros, la tormenta desapareció. El avión pudo seguir en esa calma creada por el Señor y llegamos sanos y salvos al aeropuerto.
El musulmán:
– Yo estaba en medio del desierto. De pronto, se desató una tormenta de arena. Estábamos casi asfixiados. Toda la caravana moriría. Me arrodillé mirando a la Meca. Alá fue piadoso. De pronto, en un diametro de docenas de kilómetros, amainó la tormenta. Nos salvamos gracias a Alá.
David, el judío del Once habló entonces:
– Era Sabbath. Yo regresaba desde el templo a mi casa. De pronto, vi una enorme bolsa de plástico repleta de dólares. Había allí más de dos millones de dólares abandonados. Yo sentí que podía llevármelos a casa. Obviamente, no podía tocarlos porque era Sabbath y durante el sábado los judíos no debemos tocar dinero. Entonces me arrodillé y le recé a mi Dios. ¡Y sucedió el milagro! De pronto, en un diámetro de mil metros a mi alrededor ¡¡¡era martes!!!